Olavo de Carvalho
Jornal da Tarde, 24 de octubre de 2002
El Dr. Enéas tiene un acuerdo firmado con los paramilitares de Colombia. El pasado mes de diciembre se reunió una vez más con ellos para planear una acción conjunta. No gana dinero con eso, ni se mete directamente en las actividades de sus socios (narcotráfico, secuestro y otras lindezas por el estilo). Su partido y la banda criminal lo que hacen es pagar a escote los gastos de los viajes y del material publicitario. Se reparten también los lucros políticos de la operación: mientras los hombres armados hacen trizas a la izquierda continental, el Dr. Enéas la acusa de terrorista, a la vez que hace propaganda de sus compinches, presentándolos como idealistas perseguidos, un poco ingenuos y primitivos, es cierto, pero substancialmente bondadosos y sin la menor implicación en cosas feas. El político brasileño y sus amigos colombianos, articulados de ese modo en un doble frente, alternándose en un timing perfecto como el queso y la descarga eléctrica de un condicionamiento pavloviano, avanzan de victoria en victoria, los unos matando, saqueando y asustando, el otro presentándose como la alternativa tranquilizadora y bienhechora que en vez de asesinar a los izquierdistas promete sólo atarlos corto mediante el control fiscal y el bombardeo incesante de acusaciones de corrupción.
Ésta denuncia es completamente falsa. Me la acabo de inventar para fines didácticos. ¿Pero alguien pone en duda que, si fuese verdadera, atestiguada por actas de reuniones y por un pacto firmado, el Dr. Enéas estaría en la cárcel y su partido ilegalizado? ¿Alguien pone en duda que, al primer indicio de una trama semejante, los medios de comunicación, el congreso y las clases parlantes se coaligarían en un esfuerzo nacional de investigación y denuncia, luchando incansablemente hasta conseguir la punición de los culpados? ¿Alguien pone en duda que habría una CPI con todas las de la ley, investigación fiscal en las cuentas del partido, interrogatorios ante las cámaras, titulares escandalizados a ocho columnas y un clamor general en TV?
Pues bien, desde hace 12 años hay pruebas fehacientes de que Lula y su partido tienen un acuerdo exactamente en esos términos con la mayor organización terrorista y narcotraficante de América Latina. Desde hace 12 años el Foro de São Paulo publica actas en que el PT y las Farc se articulan con otras organizaciones legales e ilegales en una “unidad de acción” continental entre la política y el crimen, con provecho mutuo en ambos campos.
La expresión entre comillas no es mía: consta en el texto de la resolución final del I Foro de São Paulo, de 4 de junio de 1990. Desde esa fecha hasta el último Foro, realizado en La Habana el año pasado, el PT ha pasado de la mera “unidad de acción” a la solidaridad explícita con las Farc, firmando la Resolución de 7 de diciembre de 2001 que transcribí en mi artículo anterior.
Para cualquier inteligencia media, la naturaleza criminosa de esos acuerdos salta a la vista al primer examen. En resumidas cuentas, ¿qué “unidad de acción” puede existir entre lo lícito y lo ilícito, sin que ella misma sea ilícita? ¿Qué “unidad de acción” entre la ley y el crimen, que no consista en el abuso de la ley para dar cobertura el crimen? ¿Qué unidad de acción sin ayuda mutua, y qué ayuda mutua entre un partido legal y una banda de criminales sin que ésta colabore con los fines legales de aquél y aquél con los fines criminales de ésta, haciéndose él mismo criminal ipso facto, aunque no obtenga de ello ningún beneficio financiero directo?
Si las partes involucradas fuesen el Dr. Enéas y la derecha armada colombiana, no habría que explicarlo dos veces. Hasta los niños de pecho verían ahí una monstruosa concurrencia de crímenes, de perfidias y de mentiras. Hasta los derechistas más fanáticos volverían la espalda al acusado, entregándolo a la ignominia de los titulares, de las investigaciones y de las CPIs.
Pero, tras 40 años de “revolución cultural” y el consiguiente cambio de la escala de valores en la moral popular, Lula y el PT gozan de derechos especiales. Lo que en otros sería crimen, en ellos es inocencia o incluso mérito. Por eso los medios de comunicación, los empresarios y la clase política, ante los hechos, se niegan a investigarlos, manteniendo a los sospechosos bajo la cómoda discreción de un manto de omisiones y subterfugios. Y, para que ningún vago runrún llegue tan siquiera a rozar el prestigio del candidato y del partido, se pasa de la mera omisión a la protección activa y ostensiva, cuando el TSE prohíbe a su adversario, José Serra, tocar en el asunto en el horario electoral gratuito y un grupo de intelectuales y celebridades firman un manifiesto preventivo contra la mera posibilidad de “acusaciones indebidas”.
Ah, si eso pasase con el Dr. Enéas…