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Por qué en Berlusconi se esconde un comunista

UMBERTO ECO

El País, Viernes, 4 de mayo de 2001

La forma en que el Polo ha planteado su campaña electoral es sin duda eficaz, de modo que muchos se preguntan cuál es no digamos su secreto, sino su clave y su modelo. Lo primero que se nos ocurre es que el Polo, y sobre todo Silvio Berlusconi (la única cara de la campaña), siguen el modelo publicitario. Del modelo publicitario han reproducido el proponer una y otra vez el mismo símbolo y unos pocos eslóganes fáciles de recordar, así como una acertada elección cromática, desde luego vencedora, puesto que es semejante a la de Windows.

La elementalidad de los eslóganes es la misma que la de los productos de gran consumo, y tiene en común con las campañas comerciales el principio de que no hay que preocuparse de que el eslogan se considere verdadero. Ningún comprador cree en serio que Scavolini sea la cocina de todos los italianos (las estadísticas lo desmentirían) o que tal detergente lave más blanco que los otros (el ama o amo de casa saben que, a partir de cierto precio, los detergentes de marca lavan más o menos igual): y, sin embargo, cuando los compradores tienen que comprar algo, son más sensibles a los productos cuyos eslóganes han memorizado.

En este sentido es completamente inútil (o a lo sumo divertido) que satíricos o políticos ironicen sobre el presidente obrero o sobre las pensiones más dignas para todos: el eslogan no pretende ser creído, sino sólo recordado. Sin embargo, el modelo publicitario funciona con los carteles u otros tipos de anuncio promocional, pero no, por ejemplo, con las acciones de lucha parlamentaria o en los medios de comunicación, que se llevan a cabo a medida que se acercan las elecciones. Es más, alguien ya ha observado una aparente contradicción entre la amabilidad de la propaganda y la agresividad de la acción política, tanto como para vislumbrar un error de táctica. Y aquí se ha abierto paso la interpretación de Montanelli: al no saber controlar algunas herencias genéticas de sus componentes y algunas tendencias psicológicas profundas de su líder, el Polo manifiesta sus propias tendencias autoritarias y una nostalgia latente (aunque aún simbólica) por la porra.

Pero también esta lectura me parece parcial. Explica algunas intemperancias, amenazas y promesas de la alianza, pero no todos sus comportamientos, que creo que siguen, en cambio, de forma muy coherente, otro modelo. Este modelo no es fascista o consumista, sino comunista de la vieja guardia y, en algunos aspectos, del 68. Intentemos (los que tengan edad para hacerlo) recordar cuáles eran las tácticas y las estrategias propagandísticas del comunismo de Togliatti. Por muy compleja que fuera la elaboración cultural interna del grupo dirigente, el partido se mostró en el exterior a través de eslóganes eficaces y comprensibles, repetidos en toda ocasión. Ante todo, el ataque al imperialismo capitalista como causa de la pobreza en el mundo, a la Alianza Atlántica como su brazo armamentista, al Gobierno como siervo de los estadounidenses y a la policía como brazo armado del Gobierno. Aunque no en el ámbito institucional, se produjo, sin embargo, la deslegitimación de una magistratura que condenó a los huelguistas inquietos pero no a sus torturadores, o por lo menos se subrayó una neta distinción entre una magistratura buena, generalmente jueces de asalto, que se ocupaban de los derechos de las masas, y una magistratura mala, que no condenaba los delitos de la clase dirigente pero era severa con la protesta obrera. Basta con reemplazar a Estados Unidos por el Comunismo y sus siervos tontos (que pueden ir hasta el católico Scalfaro o el conservador Montanelli) y tener presente la división entre las togas rojas, que investigan los asuntos de Berlusconi, y las togas buenas (a las que se apela cada vez que hay que demostrar que la acusación era infundada) y se observará que el esquema es el mismo. En segundo lugar, recordemos el uso de eslóganes que atraen de inmediato (mucho más simplistas que el proyecto político que querían anunciar): pensemos en las intervenciones a lo Pajetta en las tribunas políticas donde, a pesar de la sutileza dialéctica del orador, la idea central era: ‘Hay que cambiar las cosas’. En tercer lugar, la indudable capacidad de monopolizar valores comunes y hacer que se conviertan en valores de una parte: pensemos en la sólida campaña por la paz, en el uso de términos como ‘democrático’ (que al final acababa por connotar sólo a los regímenes del Este europeo). Igual que hoy quien grita ‘Forza Italia’ en un estadio o habla de valores liberales y de libertad se convierte inmediatamente en partidario del Polo, entonces quien hubiese querido hablar de paz y pacifismo habría sido enrolado automáticamente entre los compañeros de viaje del PC, por lo menos hasta que Juan XXIII con la Pacem in Terris (Paz en la Tierra) retomó el ideal de la paz como valor no comunista.

Otro elemento de la propaganda y de la política del comunismo de la vieja guardia (tanto en el Parlamento como en las plazas) era, por un lado, la extrema agresividad, incluso verbal, de forma que cualquier actitud enemiga se denunciaba como antipopular, y al mismo tiempo la denuncia constante de la agresividad de los demás y la persecución de los partidos populares. Esta actitud pasó después, de forma mucho más cruenta, de los movimientos insurrectos suramericanos (por ejemplo, los Tupamaros) a los terroristas europeos que perseguían el proyecto (que se reveló utópico) de poner en marcha provocaciones insostenibles para cualquier Gobierno, con el fin de desencadenar como respuesta una represión de Estado que después a las masas les parecería insostenible.

Pero, sin recurrir a los movimientos violentos, la agresividad al denunciar el complot de los medios de comunicación se ha convertido en el arma ganadora de los radicales, que han construido su vasta visibilidad mediática sobre acciones de protesta por el silencio que los medios de comunicación habrían tenido respecto a ellos. En efecto, es típico del berlusconismo disponer de un enorme aparato mediático y usarlo para quejarse de la persecución por parte de los medios de comunicación. Otros elementos de la propaganda del comunismo de la vieja guardia eran la apelación al sentimiento popular (hoy ‘la gente’), el uso de manifestaciones sólidas con ondear de banderas y cantos, la fidelidad al color (reclamo de fondo -entonces rojo, hoy azul-) y, por fin, (si damos crédito a los análisis de la derecha) la ocupación más o menos rastrera de los lugares de producción cultural (entonces principalmente casas editoriales y semanarios). Podríamos incluso citar el intento de la Universale del Canguro [colección de una editorial próxima al PCI en los años cincuenta] de adscribir a los grandes del pasado entre los autores progresistas, de Diderot a Voltaire, de Giordano Bruno a las utopías de Bacon, de Erasmo a Campanella. Y cito estos nombres porque son los que Publitalia [agencia de las cadenas televisivas de Barlusconi], aun en ediciones refinadas y no populares, está recuperando.

Habría que hacer un discurso más complejo y sutil a propósito de la ‘doblez de Togliatti’, pero dejo al lector el descubrimiento de interesantes analogías. Mientras le hablaba a alguien de estas semejanzas, me hicieron observar que, sin embargo, a pesar de su agresividad hacia el Gobierno, el PC de la época clásica intentó apoyar muchas de las leyes que el Gobierno proponía (desde el artículo 7 de la Constitución hasta muchas reformas), mientras que parece típico del Polo oponerse, incluso mediante un desdeñoso abstencionismo, a reformas gubernativas que también éste habría podido apoyar en parte. Desde luego, Togliatti, una vez aceptada la idea de que después de Yalta no se podía, o quizá no se debía, pensar en una solución revolucionaria, aceptó consecuentemente la idea de una larga marcha a través de las instituciones (cuyo capítulo final sería, mucho después de su muerte, el asociacionismo). En este sentido, la política del Polo no parece típica del comunismo de la vieja guardia. Pero he aquí que, en el modelo propagandista y en las estrategias y las tácticas de lucha política del Polo, se ramifica el modelo de los grupos extraparlamentarios del 68.

Es posible encontrar en el Polo muchos de los elementos del modelo del 68. Ante todo la identificación de un enemigo mucho más sutil e invisible que Estados Unidos, como las multinacionales o la Trilateral, denunciando su permanente complot. En segundo lugar, el no conceder nunca nada al adversario, satanizarlo siempre, fueran cuales fuesen sus propuestas, y, por lo tanto, rechazar el diálogo y la confrontación (rechazando cualquier entrevista de periodistas constitutivamente siervos del poder). De aquí la elección del extraparlamentarismo. Este rechazo a cualquier compromiso estaba motivado por la convicción, reiterada a cada momento, de que la victoria revolucionaria era inminente. Y, por lo tanto, se trataba de debilitar a una burguesía acomplejada, anunciándole a cada paso una victoria indiscutible tras la cual no se harían prisioneros y se tendrían en cuenta las listas de proscritos que aparecían en los carteles. Con la técnica del luchador de catch que aterroriza al contendiente con gritos feroces, se intimidaba al adversario con eslóganes como ‘Fascistas, burgueses, sólo pocos meses’ y ‘Ce n’est qu’un debut’ (‘No es más que el principio’), o se los deslegitimaba al grito de ‘¡Memo, memo!’ (la arteriosclerosis de Montanelli). La marcha hacia la conquista del poder se sostenía a través de la imagen triunfal de un rostro carismático, fuese el del Che o el de la tríada Lenin-Stalin-Mao Zedong; a ningún líder menor se le concedía el honor del retrato.

Todo esto podrían parecer sólo analogías, debidas al hecho de que todos los comportamientos propagandistas son parecidos, pero es bueno recordar cuántos tránsfugas, tanto del comunismo de la vieja guardia como del 68, han confluido en las filas del Polo. Por lo que no es descabellado pensar que Berlusconi ha prestado atención a estos consejeros, más que a los expertos en publicidad y los sondeos de primera hora. Además, escuchar a expertos en la relación con las masas parece especialmente inteligente desde el momento en que, en la geografía política actual, el verdadero partido de masas es el Polo, que ha sabido individualizar, en la ruina sociológica de las masas ideadas por el marxismo clásico, a las nuevas masas, que ya no se caracterizan por el censo, sino por una genérica pertenencia común al universo de los valores mediáticos, y, por lo tanto, ya no son sensibles al argumento ideológico, sino al reclamo populista. El Polo se dirige, a través de la Liga, a la pequeña burguesía poujadista del norte; a través de Alianza Nacional a las masas marginadas del sur que desde hace cincuenta años votaban a los comunistas y neofascistas; y, a través de Forza Italia, a la misma clase trabajadora de entonces, que en gran parte asciende al nivel de la pequeña burguesía y que tiene sus mismos temores -ante la amenaza que viene de los nuevos lumpen– por sus propios privilegios; y adelanta las peticiones a las que puede responder un partido que haga suyas las consignas de cualquier movimiento populista: la lucha contra la criminalidad, la disminución de la presión fiscal, la defensa ante el poder estatal y la capital, fuente de todo mal y corrupción, la severidad y el desprecio frente a cualquier comportamiento desviado.

No olvidemos que algunos de los argumentos con los que las personas también de condición humilde manifiestan su atracción por Berlusconi son de molde populista. Los argumentos son que, siendo él rico, no tendrá que robar (argumento que se basa en la identificación inconsciente entre político y ladrón), el conflicto de intereses (a mí, qué más me da que cuide de sus intereses, lo importante es que se ocupe también de los míos, que son distintos a los suyos) y la persuasión mítica de que un hombre que ha sabido hacerse inmensamente rico también puede distribuir bienestar al pueblo que gobierna (sin tener en cuenta que esto no ha ocurrido nunca ni con Bokassa ni con Milosevic). Hay que destacar que este convencimiento es típico del teledependiente (quien se acerca a la retransmisión millonaria tiene muchas posibilidades de hacerse millonario), pero es una actitud que tiene sus raíces en creencias primitivas y quizá arquetípicas. Pensemos en el culto del cargamento, fenómeno religioso que se ha manifestado entre las poblaciones de Oceanía desde el inicio del colonialismo hasta por lo menos el final de la II Guerra Mundial: como los blancos llegaban a sus costas, por barco o por avión, descargando comida y otras mercancías (que obviamente servían al invasor), nacía la espera mesiánica de un barco antes y de un avión de carga después que habrían llegado a llevar esos mismos bienes también a los nativos.

Cuando se individualizan en el propio electorado estos impulsos profundos, se es un partido de masas, y se adoptan las consignas y técnicas de cualquier partido de masas clásico. Y quizá uno de los pecados originales de la izquierda, hoy, es el de no saber aceptar del todo la idea de que el verdadero electorado de un partido que se considera reformista ya no está hecho de masas populares, sino de clases emergentes y de profesionales del sector terciario (que no son pocos, siempre que se sepa que es a ellos y no a la mítica clase obrera a quienes hay que dirigirse). Por lo tanto, uno de los descubrimientos de esta campaña electoral podría ser que el político más ‘comunista’ de todos es probablemente Berlusconi. En realidad, las tácticas del antiguo comunismo y del 68 serán las mismas, pero se ponen al servicio de un programa que puede irles bien a muchos estratos de la Confindustria, a los que en otros tiempos les fue bien el programa corporativista. En cualquier caso, adelante, pueblo.

Foro Social Mundial: laboratorio de la subversión

Equipo CubDest

Febr. 12, 2001: Newsgroups soc.culture.latin-america, soc.rights.human

Febr. 8, 2001: Revista Guaracabuya, Internet

El denominado Foro Social Mundial (FSM), efectuado del 25 al 30 de enero pp. en la ciudad de Porto Alegre, al sur de Brasil, cerca de las fronteras con Argentina y Uruguay, había sido anunciado como una alternativa de izquierda moderada capaz de presentar soluciones “concretas y viables” para los problemas mundiales. Sin embargo, el FSM no consiguió esconder su verdadero rostro y sus garras revolucionarias, con la actuación protagónica de delegaciones de Cuba comunista, de las narco-guerrillas colombianas de las FARC, de “teólogos de la liberación” de varios países, del Partido Comunista de Brasil y del Movimiento Sin-Tierra (MST), también de Brasil, que ha sido elogiado por Fidel Castro como un nuevo modelo de agitación social. En la sesión inaugural, efectuada en el Centro de Convenciones de la Pontificia Universidad Católica de Porto Alegre, el francés Bernard Cassen, director de Le Monde Diplomatique y uno de los promotores del FSM, proclamó el lema del encuentro ante los 16.000 participantes y miembros de las delegaciones provenientes de 122 países , de Albania a Zimbabwe: “Estamos aquí para mostrar que un mundo diferente es posible”. Pocos instantes después, cuando una prolongada ovación saludó a la delegación de Cuba comunista, encabezada por Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea del Poder Popular , y una platea eufórica gritaba consignas a favor de los guerrilleros zapatistas de México y de las narco-guerrillas FARC de Colombia, quedó en evidencia cuál era ese “mundo diferente” deseado por buena parte de los asistentes.

Después de la sesión de abertura, los participantes hicieron una manifestación por el centro de la ciudad agitando banderas con la hoz y el martillo, enarbolando retratos de Lenin y gritando consignas en favor de Cuba comunista, de las guerrillas colombianas, etc. La manifestación contó con la presencia del gobernador de Río Grande del Sur y del alcalde de Porto Alegre, ambos del izquierdista Partido de los Trabajadores , y con figuras internacionales como Danielle Mitterrand y el agricultor-agitador francés José Bové.

Durante los días del encuentro – que contó con financiamiento de las Fundaciones Ford (norteamericana), Novib (holandesa) y Heinrich Böll (alemana) – se desarrollaron más de 400 conferencias y workshops sobre los más variados temas políticos, sociales y ecológicos. No se puede afirmar que todas esas reuniones hayan tenido una orientación subversiva. Pero lo que sí quedó claro es que las más dinámicas y concurridas, que dieron el tono del evento, fueron las de carácter revolucionario en las que se trazaron estrategias de “resistencia armada” en América Latina. El guerrillero colombiano Javier Cifuentes hizo un llamado a luchar para “la construcción del único régimen reservado a llevar la felicidad a la especie humana, cual es el socialismo” y afirmó que “las FARC están completamente seguras de que el siglo 21 es el siglo del socialismo, es el siglo de América Latina”. En varias conferencias los expositores manifestaron desprecio por la llamada “3a. vía” socialdemócrata. “No admitimos la humanización del capitalismo, pero sí su aniquilación por el socialismo”, afirmó el economista Jorge Benstein, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), quien anunció la “eclosión de revueltas populares en América Latina”. Un dirigente de la Central Única de Trabajadores (CUT), de Brasil, hizo un llamado a articular “acciones de resistencia simultánea en varios continentes”, tales como huelgas y protestas callejeras, ya en este año. El sacerdote belga François Houtart, importante exponente de la teología de la liberación, quien durante muchos años asesoró al dictador Castro y continúa siendo un frecuente visitante de Cuba, afirmó que delante de los actuales sistemas basados en la propiedad privada la única salida es “luchar por su destrucción radical”.

Las reiteradas ovaciones a los miembros de la delegación de Cuba comunista fueron calificadas por José Barrionuevo, conocido periodista de Porto Alegre, como “la mayor contradicción del Foro Social Mundial” pues se trata de “aplausos a opresores” del pueblo cubano. Pero esa contradicción no parece haber hecho mella en sus participantes. Francisco Whitaker, uno de los organizadores del FSM y director de la Comisión Brasileña Justicia y Paz de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos del Brasil, mientras aguardaba la llegada del jefe de la delegación cubana, Ricardo Alarcón, declaró: “La explicación de ese apoyo es muy simple: porque Cuba es un símbolo”. El sacerdote colombiano Oliverio Medina, que milita en las guerrillas FARC, añadió que “Cuba comunista es la prueba de que el capitalismo no es la panacea para la humanidad, y sí lo es el socialismo. Cuba es como una hermana que brilla con luz propia. Lo digo porque viví allí”. Por su parte, el italiano Riccardo Petrella, profesor de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica , interpretó las ovaciones a Cuba comunista como “un homenaje al mito que representa, aunque la realidad de Cuba no sea enteramente de acuerdo con el mito. Las personas tienen necesidad de mitos. Si se destruyen los mitos de Cuba y del ‘Che’, ¿qué nos queda?”

Simultáneamente se efectuó el 1er. Foro Parlamentario Mundial, con la presencia de 400 legisladores izquierdistas de cerca de 30 países, que anunciaron la constitución de una “red internacional” para asegurar que las propuestas de izquierda emanadas del FSM tengan “una verdadera traducción legislativa”.

Lo que quedó al descubierto en Porto Alegre fue la existencia de un enorme laboratorio de la subversión mundial; un “archipiélago planetario de resistencia”, como lo define un documento oficial del FSM. No en vano los principales movimientos, sindicatos y partidos políticos que tuvieron un papel relevante en este Foro, incluyendo a los guerrilleros de las FARC y a Cuba comunista, hacen también parte del Foro de São Paulo (FSP). Éste fue creado en julio de 1990 en la ciudad de São Paulo, Brasil, a pedido del dictador de Cuba, Fidel Castro, preocupado con el desmantelamiento del imperio soviético y viendo la necesidad de una articulación de las izquierdas revolucionarias en las Américas (cfr. Ariel Remos, “Foro de São Paulo y toma del poder en América Latina”, DIARIO LAS AMÉRICAS, Miami, Sept. 14, 2000). El FSM y el FSP son dos caras de una misma moneda revolucionaria, de una internacional pro-comunista cada vez más actuante, con vastas “redes de apoyo” en el mundo entero.

Ignacio Ramonet, editor de Le Monde Diplomatique, anunció que “el nuevo siglo comienza en Porto Alegre”. Si este mal augurio llegase a concretarse, el siglo 21 sería acentuadamente revolucionario. Quien tenga ojos para ver, que vea y que reaccione, contribuyendo a denunciar esta articulación anticristiana.

Sugerencia a los colegas

Olavo de Carvalho

Época, 17 de febrero de 2001

¿Por qué nadie entrevista a Ladislav Bittman, el ex-espía checo que lo sabe todo sobre 1964?

Millones de niños brasileños, en las escuelas públicas, son adiestrados para repetir que el golpe militar de 1964 fue obra de Estados Unidos, como parte de un proyecto de endurecimiento general de la política exterior yanqui en América Latina.

¿Saben quién inventó esa historia y la difundió por la prensa de este país? Fue el servicio secreto de Checoslovaquia, que en aquel tiempo subvencionaba a numerosos periodistas y periódicos brasileños.

El jefe del servicio checo de desinformación, Ladislav Bittman, en persona, vino a inspeccionar las fases finales del ingenioso plan que se llamaba “Operación Thomas Mann”. Ese nombre no aludía al novelista, sino al entonces secretario-adjunto de Estado, Thomas A. Mann, que debía pasar como responsable de una “nueva política exterior” de incentivo a los golpes de Estado.

La sinvergonzonería fue realizada a través de la distribución anónima de documentos falsificados, que la prensa y los políticos brasileños, sin la menor comprobación, se tragaron como “pruebas” del intervencionismo americano. El primer paso fue dado en febrero de 1964: un documento con sello y sobre falsos de la Agencia de Información de EUA en Rio de Janeiro, que resumía los principios generales de la “nueva política”. La cosa llegó a los periódicos junto con una carta de un ficticio funcionario americano anónimo, que interpretaba, como en las películas, el papel de héroe oscuro que, juzgando que “el pueblo tiene derecho a saber”, divulgaba el secreto que sus jefes le habían mandado guardar.

El escándalo estalló con grandes titulares y los planes siniestros del Sr. Mann fueron denunciados en el Congreso. El embajador americano desmintió que tales planes existiesen, pero era tarde: toda la prensa y la intelectualidad izquierdistas de las Américas ya se habían movilizado para confirmar la patraña checa. La mentira penetró tan hondo que, tres décadas y media después, el nombre de Thomas A. Mann aún es citado como símbolo vivo del imperialismo intervencionista.

A esa primera falsificación le siguieron varias más, para darle credibilidad, entre ellas una lista de “agentes de la CIA” infiltrados en los medios diplomáticos, empresariales y políticos brasileños, que circuló por los periódicos como de autoría de un “Comité de Lucha Contra el Imperialismo Americano”, que nunca existió fuera de la cabeza de los agentes checos. En realidad, ha confesado Bittman, “no conocíamos ni un sólo agente de la CIA en acción en Brasil”. Pero el montaje más espectacular fue una carta de 15 de abril de 1964, con firma falsificada de J. Edgar Hoover, en la que el jefe del FBI felicitaba a su funcionario Thomas Brady por el éxito de cierta “operación”, que, por el contexto, cualquier lector identificaba inmediatamente con el golpe que había depuesto a João Goulart”.

Toda una bibliografía con pretensiones historiográficas, toda una visión de nuestro pasado y unas cuantas docenas de glorias académicas se han construido sobre esos documentos falsos. Bien, el fraude ya ha sido desenmascarado por uno de sus propios autores, y no fue ayer o anteayer. Bittman contó todo en 1985, tras desertar del servicio secreto checo. Lo que pasa es que hasta hoy esa confesión sigue siendo desconocida por el público brasileño, bloqueada por la amalgama de pereza, ignorancia, interés y complicidad que ha transformado a muchos de nuestros periodistas e intelectuales en agentes de la desinformación checa mucho más diligentes de lo que fue el jefe mismo del servicio checo de desinformación. ¿Cuántos, en esos medios, no continúan actuando como si fuese mucho más ético transmitir a las futuras generaciones, a título de ciencia histórica, la mentira de la que el propio autor renegó hace 15 años?

Neurosis, decía un gran psicólogo que conocí, es una mentira olvidada en la que todavía crees. Redescubrir la verdad sobre 1964 es curar a Brasil. Entrevistar a Ladislav Bittman ya sería un buen comienzo.

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