Olavo de Carvalho
Zero Hora, 03 de noviembre de 2002
Algunos ingenuos andan diciendo que va a ser para mí una experiencia embarazosa y traumática tener que llamar “excelencia” al Sr. Luís Inácio. Se equivocan: para mí siempre ha sido el Excelentísimo. El Excelentísimo por excelencia: el Excelentísimo Señor Presidente… del Foro de São Paulo.
Doce años antes de ser elegido presidente de la República, ya era el magistrado supremo de esa entidad, más poderosa que el gobierno brasileño.
El Foro es la coordinación del movimiento comunista en el continente. Los recursos con los que cuenta para la realización de sus decisiones son prácticamente ilimitados y provienen substancialmente del narcotráfico y de los secuestros. Una de las entidades que lo componen — las Farc – tiene, ella sola, un presupuesto ocho veces superior al de todas las fuerzas armadas latino-americanas juntas. El MIR chileno, que organizó los secuestros de Washington Olivetto y Abílio Diniz, entre otros, tampoco anda nada mal de dinero, como se puede ver por el alto nivel de consumo de sus miembros cuando están de vacaciones. El co-fundador del Foro, Fidel Castro, tiene en Suiza una cuenta personal, popularmente conocida como la “reserva del comandante”, calculada en dos mil millones de dólares. Ninguna resolución del Foro dejará de ser llevada a cabo por falta de recursos. Algunas de ellas, por cierto, generan más recursos. En 1994, por ejemplo, la asamblea de la entidad decidió que era necesario incentivar el turismo en Cuba — exigencia que fue prontamente atendida, al menos, por los medios de comunicación brasileños.
Otra resolución importante, de la misma época, fue que la elección, antes o después, del Sr. Luís Inácio como presidente de Brasil era vital para los fines de la organización. El Sr. Luís, que de ingrato no tiene nada, ha sido diligentísimo en reconocer, en su primer discurso como presidente electo, que su victoria no se ha debido solamente a esfuerzos de brasileños, sino… ¡de otros latinoamericanos! Los medios de comunicación, con toda exquisitez, se han abstenido de preguntar a quién se refería, y menos aún se les ha ocurrido ver en el fenómeno una ingerencia indebida de extranjeros en nuestro proceso electoral, acusación que queda reservada, por un consenso general, para articulistas americanos que escriben en los periódicos de su propio país.
Sin un estudio detallado de las actas del Foro, es imposible comprender nada de la política brasileña. Durante la campaña electoral, por ejemplo, todos las lumbreras del comentario político mantuvieron en vilo a la población con la pregunta: ¿a quién van a apoyar Ciro Gomes y Garotinho en la segunda vuelta? Una breve consulta a dichas actas habría bastado para mostrar que esa pregunta ya estaba respondida de antemano, pues los partidos de esos dos señores son miembros del Foro y jamás querrían traicionar un compromiso sagrado. Entre los profesionales de los medios de comunicación, la ignorancia de unos y la perfidia de otros mantuvo esa información esencial fuera del alcance del público, induciéndole a ver en la rapidez con que los dos candidatos vencidos se aliaron con Lula la espontaneidad de una decisión súbita.
Muchos de esos periodistas se han apresurado a escribir que las elecciones del 2002 han sido “las más transparentes de toda nuestra historia”. Tan transparentes que la expresión “Foro de São Paulo” no apareció ni una sola vez en los debates, y si no estuvo completamente ausente de los medios de comunicación fue sólo gracias a mi tozudez — ¡tan malvada! ¡tan perversa! ¡tan paranoica! – en recordar la existencia del asunto. Gracias al milagro del silencio general, el Sr. Luís Inácio ha podido repetir tranquilamente sus promesas genéricas de combate al narcotráfico y al mismo tiempo proclamar la inocencia de las Farc, a priori y en contra de todas las pruebas, sin que eso haya suscitado, en el público o en los medios de comunicación, la más obvia e ineludible de las preguntas: ¿cómo puede ser fiable un hombre que detenta el mando supremo de una operación policial si de antemano se presenta como abogado del principal sospechoso? A pesar de algunos intentos de introducir el tema Farc en entrevistas de TV, nadie hizo la pregunta con la debida claridad; todos prefirieron aludir al asunto de una manera nebulosa y tímida, que sólo sirvió para permitir que el entrevistado diese un show de subterfugios. Al estar ausente de la mente del pueblo la premisa mayor, es decir, la articulación de estrategias legales e ilegales en el Foro de São Paulo, ni siquiera el hecho de haber puesto al mando de la operación-transición a un hombre tan obviamente vinculado a las Farc como el Sr. Antonio Palocci hará recaer sobre el nuevo presidente la menor sospecha de complicidad con la narcoguerrilla colombiana.
En definitiva, en las elecciones “más transparentes de toda nuestra historia”, el tema crucial para el discernimiento de los electores fue cuidadosamente suprimido del debate público y substituido por quisquillosidades de pleito municipal.
De no ser así, nadie diría que llamar Excelentísimo al Sr. Lula va a ser para mí una gran novedad. A parte de Fidel Castro, ese caballero es, desde hace doce años, el hombre más poderoso del continente y jamás he dudado de ello. Si él no es el Excelentísimo, ¿quién lo va a ser? Es más, opino que, para quien ha presidido durante más de una década una entidad de envergadura continental y con ramificaciones tentaculares, quedar reducido a escala meramente nacional es un rebajamiento de cargo al que se ha sometido sólo por ejemplar humildad de militante. No deja de ser curioso que, entre tantas virtudes reconocidas en el nuevo presidente por una lluvia de encomios procedentes repentinamente de las direcciones más dispares, falte precisamente ésa. Le han llamado hasta salvador del capitalismo, y no ha faltado quien, en un arrebato de devoción superior a todas las exigencias de la cronología, le ha atribuido el epíteto de “estadista”, convirtiéndolo así en el primer político del mundo que llega a estadista antes de ser jefe de Estado. Pero la virtud suprema, la humildad de ceder a otro la coordinación continental y contentarse con una modesta administración local, ha sido execrablemente olvidada en el elenco de las alabanzas, y, por ironía, la incumbencia de recordarla ha recaído precisamente sobre mí, que no me cuento entre los admiradores del Excelentísimo.
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Recordatorio para el gobernador electo Germano Rigotto. Me alegra que haya ganado usted las elecciones en Rio Grande. Pero no olvide que se lo debe a la valentía de muchos gauchos – sobre todo del IEE, del Instituto Liberal, de la Farsul, de la Aclame — y que todo el esfuerzo de éstos habrá sido en vano si, tras tomar posesión de su cargo, usted se limita a gobernar como si nada hubiese pasado, sin desmontar la máquina revolucionaria petista que se ha incrustado en la burocracia estadual, sobre todo en los sectores de seguridad y educación. Antes de gobernar Rio Grande, es necesario curarlo.